(Finalista Concurso Librería Mediática 2006, Venezuela)
Ella tan seria, bajando siempre en la misma estación.
Yo tan inadecuado, deseando susurrarle un cuento a sus tobillos.
Pero ella tan casada.
Soy capaz de azotarme en el suelo por hacerla reir. Y lo hago.
Me mira desconcertada. Y se rie.
Se rie como si llevara triste una eternidad.
Y se baja en la estación incorrecta.
Y esa tarde su cadera me pide que acaricie sus pequeñas cicatrices; esas blancas estrías que son como luces en mi oscuridad.
Y esa tarde le doy gracias a Dios que en la ciudad todavía hay lugar para el pecado.
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